Tome un baño y con los primeros rayos del sol de la mañana me dispuse a partir. Mi primer momento de debilidad ocurrió mientras me despedía de mi abuela, mientras la besaba sentí cómo en mi garganta un cúmulo de emociones se formaba. Querían salir, burlarse de mi, reírse y mostrarme lo débil que soy. Logré deshacerme de ellos bebiendo un poco de café. Ingenuo que fui, no se fueron, sólo se escondieron momentáneamente. Reaparecieron cuando abracé a mi mamá, no hubo palabras que pudiéramos articular, y aunque ya nos habíamos despedido en otras ocasiones los dos sabíamos que esta vez era diferente. La volví a abrazar después de haberme despedido de mi papá y mi hermano, y avancé y no me pude contener y justo antes de atravesar esa puerta de metal y cristal, mire por última vez lo que dejaba atrás y al ver lo que yacía delante de mí, sentí mis ojos enrojecer y tuve ganas de llorar. No me contuve.
Tomé un café. tomé otro más. Intenté dormir, no pude, sigo sin lograrlo.
Hace 6 horas que llegué a Delft, ya sin lágrimas en los ojos aunque la sensación persiste. Las primeras horas fueron difíciles, no sabes si el calor que sientes es el ambiente o el agitamiento que tienes. Y el frío es molesto, se cuela hasta los huesos, los muerde, aun cuando te proteges logra penetrarte, se te mete por los ojos pero no lo puedes ver. En esa lucha de frío y calor el único perdedor es el pobre que se encuentra a la intemperie.
La vida en Delft ha comenzado pero es algo de lo que mas adelante se enteraran... y con mayor profundidad...
Manuel, tus palabras me son familiares.. muy.
ResponderEliminarSé que no es fácil pero no olvides una cosa: no los dejas atrás, los seres queridos siempre estarán a tu lado de una manera u otra.
Ánimo, que más y más me doy cuenta de que el mundo ya se está haciendo chiquito.